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El peligro de la adulación

SEMANA __


Masei (Números 33-36)

El peligro de la adulación


por Rav Elisha Coffman
Enseñanzas sobre crecimiento personal basadas en la parashá de la semana.

“Y no impurificarán (tajanifú) la tierra en la que están, pues la sangre impurifica (yajnif) la tierra y la tierra no expiará la sangre que se derramó en ella…” (Bamidbar 35:33).

Pese a que estos versículos se refieren literalmente a la prohibición de aceptar un soborno de aquella persona que mató accidentalmente para así evitar que reciba las consecuencias que la Torá establece para él, los sabios(1) aprenden de aquí la prohibición de adular a alguien.(2)

No confundamos adular con halagar. Halagar a alguien es positivo: no tiene nada de malo elogiar las características positivas de aquellos que nos rodean y que merecen esos elogios. La prohibición de adular (janifut) se refiere a halagar interesadamente a una persona que no merece esos elogios. Más aún, la adulación está prohibida cuando uno elogia a una persona malvada o a alguien cuyos actos son contrarios a la Torá y uno desea quedar bien con él y por eso lo halaga.

La razón detrás de esta prohibición de adular a una persona malvada es clara: cuando uno la adula con la intención de buscar sus favores, uno termina aceptando sus malos actos e incorpora dentro de sí mismo esos valores que la persona malvada profesa.

En otras palabras, no sólo le da legitimidad a aquellos actos que la persona malvada lleva a cabo, sino que además la adulación provoca que sus actos le parezcan menos graves de lo que son y de esa manera se abre la posibilidad a que él también los lleve a cabo en el futuro. La adulación te lleva a imitar a aquella persona a quien adulas. Mientras más trato de quedar bien con alguien, más tiendo a imitar sus actos.

En la sociedad contemporánea prevalecen valores y costumbres que moralmente dejan mucho que desear. Si en nuestra interacción social es inevitable tener contacto con personas cuya forma de vida es moralmente cuestionable, debemos ser precavidos en no adularlos para así evitar dejarnos influenciar por ellos.

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(1) En el Sifrí, tal como lo cita el Rambán, se explica la relación entre adular a personas dentro el contexto de adular la tierra, que es el sentido literal del versículo.

(2) El Séfer Yeréim la menciona como una de las prohibiciones de la Torá, así como el Jafetz Jaim en su introducción al libro del mismo nombre.





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¡Escoge la vida!

SEMANA 51


Nitzavim (Deuteronomio 29:9-30:20)

¡Escoge la vida!


Por: Rav Noaj Weinberg zt"l


“Designo hoy ante ustedes, al cielo y la tierra como testigos: puse delante de ustedes la vida y la muerte, la bendición y la maldición, y escogerán la vida (uvajarta bajaim), para que vivas…” (Devarim 30:19).

El tema central de Rosh Hashaná es elegir la vida. Zajrenu lejaim, recuérdanos para la vida, Mélej jafetz bajaim, Rey que desea la vida. Pero en Rosh Hashaná Hashem no es el único que elige la vida para nosotros, también nosotros tenemos que tomar la decisión.

Está por comenzar un nuevo año y es hora de hacer un balance. ¿Qué ocurrió este año? Si bien puede que sintamos que nos quedan otros 100 000 años, la vida tiene una cantidad finita de años y tenemos que evaluar y hacer un jeshbón hanéfesh, un recuento espiritual. Es hora de despertarnos y elegir la vida.

El primer aspecto de despertar es simple: deja de hacer lo que sabes que Dios considera erróneo. ¿Desperdicias el tiempo? ¿Estás parado frente a Dios, rezando sin siquiera saber lo que debes pedir, sin siquiera creer que Él te responderá? ¿Te enojas con facilidad? ¿Olvidas lo que estudias? ¿Continuarás haciendo esas cosas durante el resto de tu vida?

Hay tantas cosas obvias que sabemos que estamos haciendo mal. Revisar esas cosas es muy simple, pero requiere el coraje y la honestidad para enfrentarnos a nosotros mismos y eliminar las excusas. Ahora que ves esos errores, ¿qué harás al respecto?

Un segundo aspecto de la preparación para el año nuevo es preguntarte: ¿Cuál es el cambio que sé que puedo lograr si me dedico a ello con cuerpo y alma? ¿Cuál es el próximo escalón significativo al que debería aspirar llegar en mi escalera de crecimiento? En lo más profundo de mi ser, ¿qué deseo lograr este nuevo año? ¿Aprender un séder de mishnaiot de memoria? ¿Dominar un tratado completo del Talmud? ¿Ponerme en forma y bajar diez kilos? ¿Qué objetivo quiero conquistar?

No dejes que pase otro año en el que tus sueños se escurren. Uvajarta bajaim, escoge la vida.

Elecciones de vida o muerte

El pasuk dice: “Puse delante de ti la vida y la muerte… ¡escoge la vida!” La Torá describe la elección esencial del hombre como una elección entre la vida y la muerte. ¿Por qué? ¿Y por qué Hashem se toma la molestia de instruirnos que debemos escoger la vida? ¿No es obvio que todo el mundo quiere vivir?

Para responder a estas preguntas, observemos lo que ocurrió en el momento de la creación del hombre. La Torá dice: “Y Hashem, Dios, formó al hombre del polvo de la tierra, e insufló en sus fosas nasales el alma de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente” (Bereshit 2:7). El hombre está compuesto por un cuerpo físico y un alma espiritual elevada. Ambas partes desean volver a su origen. El cuerpo quiere escapar de todo el dolor y el desafío, para experimentar solamente la comodidad y la sensación placentera de la gratificación instantánea. El alma anhela crecimiento, concretar su potencial y apegarse a Dios. Ansía el significado y la satisfacción que llegan a través del esfuerzo.

Esas dos fuerzas luchan una batalla interna constante. A la mañana suena el despertador. El alma quiere declarar: “Modé aní lefaneja, otro día de crecimiento espiritual y desafíos. ¡Aprovechemos el día!”. Pero el cuerpo quiere abrazar la almohada y seguir durmiendo. Tu alma quiere la vida, pero tu cuerpo desea la muerte.

¿Por qué la muerte?

Para entender el deseo de muerte que existe en el interior de cada persona, es necesario definir lo opuesto al dolor.

¿Qué es lo opuesto al dolor?

La mayoría de las personas responde “placer” y, al hacerlo cometen un error fundamental cuyas ramificaciones son sumamente serias. Lo opuesto del dolor no es el placer, sino la ausencia de dolor. La ausencia de dolor es equivalente a la comodidad, no al placer. No confundas comodidad con placer. La comodidad es la ausencia de dolor, la sensación de entumecimiento al quedarse dormido. La máxima experiencia de no sentir dolor es la muerte. El placer, por el otro lado, requiere dolor. “Lefum tzar agra, de acuerdo con el esfuerzo es la recompensa” (Pirkei Avot 5:22). El placer real y la satisfacción llegan como resultado del esfuerzo y de aceptar los desafíos. Si confundimos el placer con la comodidad, elegiremos siempre la almohada y evitaremos el esfuerzo que nos ayudará a alcanzar logros y a concretar nuestro potencial en la vida.

El Talmud enseña: “Rabí Shimón ben Levi dijo: la inclinación al mal de la persona amenaza con sobreponerse a ella todos los días y busca matarla, como está escrito: ‘el malvado observa al recto y busca matarlo’ (Tehilim 37:32). Si no fuera porque el Santo, Bendito Sea, ayuda a la persona, ella sería incapaz de prevalecer sobre ella, como está escrito: ‘Hashem no lo abandonará en sus manos’ (Ibíd. V. 33)” (Kidushín 30b).

Este pasuk es atemorizador. El Talmud nos dice que tenemos un deseo de muerte, una inclinación que busca matarnos y que, sin la ayuda de Hashem, seríamos incapaces de superarla. Pero, baruj Hashem, Dios nos cubre la espalda. Él nos apoya, podemos contar con Él. Más allá de la rutina en que sintamos estar, de los hábitos que nos estén aprisionando, Hashem nos da el poder para elegir la vida. La excusa de “no puedo, estoy atrapado en esto”, no existe. Si estás dispuesto a sentir el dolor, puedes tomar la difícil decisión de superar al iétzer hará y Dios te ayudará. Uvajarta bajaim.

En ocasiones sentimos que hacer teshuvá y cumplir la Torá es demasiado difícil, casi imposible. Pero es una trampa que el iétzer hará pone en nuestro camino. En la parashá de esta semana, la Torá se refiere de manera directa a esta trampa: “Porque este mandamiento que te ordeno hoy, no está oculto de ti ni está distante. No está en el cielo, para que digas: ‘¿Quién subirá por nosotros, para traerla, enseñárnosla y que la cumplamos?’. Tampoco está del otro lado del mar, para que digas: ‘¿Quién cruzará el mar por nosotros para obtenerla, enseñárnosla y que la cumplamos?’” (Devarim 30:11-14).

La Torá nos dice: no permitas que el iétzer hará te derrote. Tienes en tus manos el poder para elegir la vida. Está sumamente cercano a ti. ¿Qué tan cerca? Aquí mismo, no tienes que ir a ningún lado. Está “en tu boca y en tu corazón, para que la hagas”. Tienes todo lo que necesitas, sólo aférrate a esta claridad, entiende la diferencia entre la trampa de la comodidad y la euforia del placer real, y elige la vida.

Cuando era un bajur ieshivá, trabajaba durante los veranos. Un verano, al volver de mi trabajo, mi rosh ieshivá, Rav Itzjak Ruderman zt”l de Ner Israel, me preguntó:

—Noaj, ¿Cómo vas a estudiar este zmán?”

─Rebe, im irtzé Hashem, si Dios quiere, voy a lograr grandes cosas, voy a estudiar muy bien —le respondí.

Él se inclinó hacia mí y me dijo con seguridad:

─Nóaj, ya lo arreglé. Dios lo quiere.

Mis amigos, ya lo han arreglado. Dios lo quiere y está esperándolos. Despierten y vivan. Escojan la vida.



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Pasión espiritual

SEMANA 50


Ki Tavó (Deuteronomio 26:1-29:8)

Pasión Espiritual


Por: Rav Yehuda Appel

Rav Levi Itzjak de Berditchov fue un gran líder jasídico del siglo XVIII en Europa. Quedó muy bien documentado que su amor por Dios era tan grande que vivía en un estado constante de éxtasis. En su mesa de Shabat, mientras él recitaba plegarias a Dios, nadie sabía lo que podía pasar. Podía arrojar la copa de kidush al aire, comenzar a bailar sobre la mesa o cantar durante una hora.

Cuentan que Rav Levi Itzjak deseaba compartir una comida de Shabat con Rav Baruj de Medzhibuz, otro maestro jasídico. Pero había un problema: en la mesa de Rav Baruj todo se llevaba a cabo de una forma digna de la realeza. La rusticidad de Rav Levi Itzjak no sería bien recibida.

Ambos llegaron a un acuerdo. Rav Levi Itzjak sintió que podría controlarse si permanecía en silencio y no decía nada más que "amén" durante la comida.

Cuando llegó el momento designado, ante la sorpresa general, todo marchó sobre ruedas. Es decir, hasta que el sirviente de Rav Baruj le preguntó a Rav Levi Itzjak si prefería pescado dulce o marinado. "¿Pescado? ¿Si me gusta el pescado? ¡Yo amo a Hashem!" gritó y, superado por el éxtasis, hizo volar el plato de pescado por el aire. Ante el horror de todos los presentes, el plato aterrizó directamente sobre el talit de Rav Baruj, manchándolo por completo. La tensión creció mientras todos los presentes esperaban la respuesta de Rav Baruj.

Rav Baruj anunció con calma: "Estas manchas son sagradas, fueron causadas por un judío que realmente ama a Dios". Posteriormente Rav Baruj se rehusó a que limpiaran las manchas, por el gran entusiasmo que representaban. ¡Ese talit manchado y valioso fue transmitido como un legado de generación en generación!

El comportamiento de Rav Levi Itzjak, por más extraño que parezca, tiene una raíz profunda en la tradición judía. En toda la literatura judía los Sabios enfatizan la necesidad de vivir la vida, particularmente la vida espiritual, con pasión. Rav Kalman Shapira, en su gran manual espiritual To heal a soul, declara que todo ser humano está lleno de pasión, la única pregunta es en qué dirección enfocará esas pasiones.

En Ki Tavó, la parashá de esta semana, encontramos hay una enseñanza increíble. Una larga sección de 53 versículos describe las horrendas cosas que le ocurrirán al pueblo judío si actúa mal. Pueden recaer sobre ellos castigos como confusión, ansiedad, depresión, ignorancia, hambruna y otros peores. Sorprendentemente, la Torá enfatiza que esto ocurrirá sólo porque: "No sirvieron al Eterno su Dios con alegría" (Deuteronomio 28:47).

El servicio correcto a Dios no sólo implica observar las mitzvot. ¡Hay hacerlas con alegría! El Sfat Emet (citando al Arizal) nos brinda una guía sobre lo que constituye suficiente alegría en el servicio a Dios. Él declara que la alegría en los temas espirituales debe ser igual (si no mayor) a la que sentimos en el ámbito de lo físico y lo material. La forma en que corres para conseguir dulces o una porción de pizza debería ser igual a la que usas para ir a la sinagoga o a estudiar Torá. A fin de cuentas, la dirección en la que enfocamos nuestras pasiones es lo que en verdad determina quiénes somos.



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Crimen y castigo

SEMANA 49


Ki Tetzé (Deuteronomio 21:10-25:19)

Crimen y castigo

por Rav Yehuda Appel

Rav Paul Seiger, excapellán de una prisión estadounidense, cuenta la historia trágica pero real de un homicidio que pudo ser evitado. Aparentemente la víctima había recibido una llamada telefónica de un hostigador, que le informó que “habían fijado precio a su cabeza”. Sin dudar sobre la seriedad de la amenaza, el hombre fue a la policía, pero allí le dijeron que no podían brindarle protección. Exactamente una semana después fue asesinado.

Hasta la promulgación de las leyes contra el acoso, había muy poco que hacer para protegerse de esta clase de amenazas. Pero incluso en la actualidad, las leyes siguen teniendo muchas limitaciones. La ley civil no contempla castigos preventivos. De hecho, al convertir al acoso en un crimen, los legisladores sostuvieron el principio de que no se puede castigar a una persona antes de que haya cometido un crimen. Lo único que hicieron fue definir al acoso como un “crimen”.

Pero imaginemos que fuera posible saber anticipadamente que alguien va a cometer un crimen. ¿Sería correcto poner a esa persona tras las rejas?

Esta pregunta es el eje del hijo rebelde, un tema importante de esta parashá. El hijo rebelde es un niño que, a pesar de la disciplina que recibe de sus padres, elige seguir el camino del mal. Él abandona toda semblanza de rectitud moral e incluso llega robarles a sus padres para satisfacer su codicia. Las acciones del pasado llevaron a que sea castigado por la corte… Pero de todas maneras se rehúsa a cambiar.

Al perder toda esperanza de que su hijo se rehabilite, los padres van a la corte para declarar que su hijo es un “ben sorer umoré”, un hijo rebelde. Si después de la investigación, la corte encuentra que el niño es un hijo rebelde, emiten la pena de muerte.

Los comentaristas de la Torá se refieren a la aparente dureza de este castigo. Para comenzar, debemos aclarar que el caso del hijo rebelde es solamente teórico. El Talmud dice que “nunca se mató ni se matará” a un niño por esta ley. De hecho, hay tantas especificaciones para la implementación de esta ley que la existencia de un hijo rebelde es virtualmente imposible.

Si es así, ¿por qué la Torá dedica una sección entera a este tema? Los comentaristas explican que es para brindarnos muchas enseñanzas importantes.

En un nivel básico, la Torá enfatiza la profunda responsabilidad que tienen los padres al criar a sus hijos. La Torá advierte que si un niño no es disciplinado como se debe, eventualmente puede caer en actividades criminales. Aunque obviamente hay una multitud de factores, la verdad es que un hijo que se desvía probablemente sufrió de una carencia fundamental durante su infancia.

Rashi, cita al Talmud y explica este tema de manera más profunda: el duro castigo no es por crímenes ya cometidos, sino para evitar en el futuro actos criminales más severos. Si continúa por su camino del mal, el hijo rebelde se convertirá eventualmente en un delincuente, asaltará y robará. En lugar de esperar a que muera siendo mayor, con las manos manchadas por la sangre de sus víctimas, la Torá determina que debe morir antes de convertir a otros en sus víctimas y causar un mal terrible a su propia alma.

En un nivel práctico, los seres humanos no tienen la capacidad para saber si una persona cometerá o no un crimen en el futuro. Para nosotros, los castigos preventivos son inapropiados. Sin embargo, el Zóhar dice que para Dios es diferente, ya que Él lo sabe todo. A menudo, Dios trae dificultades sobre una persona no como castigo de un crimen pasado, sino como una medida preventiva en contra de un error futuro. Ante Dios están revelados tanto nuestro pasado como nuestro futuro potencial.

Al aproximarse las Altas Fiestas, esta es una enseñanza importante para tener presente.



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El Rey de Israel

SEMANA 48


El Rey de Israel
Shoftim (Deuteronomio 16:18-21:9)

por Rav Yehuda Appel


Ronald Reagan observó algo interesante sobre la constitución soviética. Dijo que si bien la mayoría de sus leyes eran ignoradas, el texto mismo era bastante bueno: afirmaba los derechos humanos y las libertades; en muchos aspectos era similar a la Carta de Derechos estadounidense. Pero Reagan resaltó una distinción vital entre ambas: en la constitución soviética, el gobierno le otorga los derechos al pueblo, mientras que en la constitución estadounidense, el pueblo le otorga los derechos al gobierno. La diferencia es profunda: si la fuente suprema de poder está en el gobierno o en el pueblo.

Buena parte de Shoftim, la parashá de la semana, describe el rol y las responsabilidades de un rey de Israel. En la era actual de democracia, la idea de un “reino” puede resultar antigua y opresiva.

Sin embargo, a diferencia de otros monarcas, el poder del rey de Israel está limitado por la Torá. Él no puede acumular dinero ni caballos y tiene prohibido casarse con un gran número de mujeres. Más aún, debe llevar todo el tiempo una pequeña copia de la Torá para recordar sus obligaciones.

A partir de todas estas reglas, el Gaón de Vilna dice que no sorprende que una persona pueda ser forzada a convertirse en rey. A simple vista, podríamos preguntarnos por qué alguien rechazaría la oportunidad de ser rey con todo el honor, el poder y la riqueza que obtendría.

En verdad, el puesto de rey contaba con muchas y difíciles responsabilidades, entre ellas asegurar el éxito militar de Israel. A diferencia de otras monarquías, ¡el rey israelita debía ir al campo de batalla y luchar al frente con su pueblo! Que deba arriesgar su vida prueba que es un sirviente del pueblo. Ahora se entiende por qué alguien rechazaría el puesto.

Quizás lo más importante sea que el reino de un rey judío jamás es impuesto sobre el pueblo. El poder del rey se origina exclusivamente en el hecho de que todos los ciudadanos lo apoyan. Por ejemplo, cuando el Rey David acusó a un enemigo de rebelarse en su contra, Abigail le recordó que en ese momento él no tenía el apoyo absoluto del pueblo, por lo que su reclamo era injustificado.

La idea judía es que cualquier forma de gobierno es una necesidad pragmática. El Talmud (Pirkei Avot) señala que "si no fuera por el temor al gobierno, las personas se tragarían vivas unas a otras". Entonces, de acuerdo con muchos comentaristas, establecer el reinado judío cumple con la mitzvá de preservar la paz en la nación.

En un nivel más profundo, esto nos enseña que la monarquía sólo es necesaria debido a la debilidad espiritual de la nación. Si las personas actuaran con el temor adecuado a Dios, no sería necesario un gobierno formal. Quizás esto explica la opinión del Talmud respecto a que en la Era Mesiánica (cuando la existencia de Dios será obvia), no habrá dirigentes humanos.



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Kiruv: El bien más grande que existe

SEMANA 47



Ree (Deuteronomio 11:26-16:17)
Kiruv: El bien más grande que existe

por Rav Noaj Weinberg zt"l

La parashá de esta semana señala al mesit, alguien que incita a los judíos a adorar ídolos, otorgándole el trato más duro para cualquier transgresor en la Torá. El pasuk dice: “No asentirás a él [el misionero] y no lo escucharás, tus ojos no tendrán compasión de él y no te apiadarás. Sino que ciertamente lo matarás” (Devarim 13:9, 10).

Estas tan inusuales instrucciones comprenden cinco mandamientos negativos diferentes, que el Rambam (Hiljot Sanhedrín 11:5) resume como sigue:

Las leyes pertinentes a un mesit, quien incita a otros a servir a dioses falsos, difieren de las que aplican a otros que tienen pena de muerte.

1) Le ocultamos los testigos.

2) No necesita advertencia, como necesita el resto de los ejecutados.

3) Si salió de la corte como inocente, y alguien dijo: “Tengo un argumento que llevará a su condena”, se lo devuelve [y se lo vuelve a juzgar].

4) Si fue sentenciado a muerte y alguien dijo: “Tengo un argumento que llevará a su liberación”, no es llevado de nuevo a juicio.

5) La corte no presenta argumentos en favor de un mesit. Y se coloca en la corte que lo juzga a un anciano, a un eunuco y a una persona que no tiene hijos, para que no le tengan misericordia. Porque la crueldad hacia quienes descarrían al pueblo hacia el vacío trae misericordia al mundo, como dice la Torá: “Para que vuelva Hashem de su ira y te dará misericordia” (Devarim 13:18).

La misma Torá, cuyo principio fundamental es ‘ama a tu prójimo como a ti mismo’, nos obliga a no tener piedad hacia el mesit, y a buscar agresivamente su condena y ejecución.

Rav Aharón Kotler, en Mishnat Rav Aharón (vol. 1, p. 254), deriva la siguiente idea de las leyes particulares del mesit.

Nuestros sabios nos enseñan que el deseo de Hashem de recompensar es 500 veces mayor a su deseo de castigar. Esto se deriva del pasuk en Shemot (34:7, ver Rashi allí) que dice que el castigo sólo puede extenderse hasta la cuarta generación, mientras que la recompensa puede extenderse por 2.000 generaciones.

En consecuencia, explica Rav Aharón, si un mesit se considera el peor transgresor que puede haber y, como resultado, es tratado con mayor severidad que incluso un asesino o un idólatra, el opuesto al mesit, es decir, un mekarev, quien hace retornar judíos a la Torá, debe ser la persona más recta de todas, y será recompensada 500 veces más que lo que el mesit es castigado.

Es importante notar lo rigurosas que son las condiciones de la Torá para el mesit. Si alguien le dijera al gadol hador: “Reverénciate ante un teléfono porque responderá tus plegarias”, y el gadol lo echara de inmediato, diciendo: “Eres un lunático, vete de aquí”, la persona se considera mesit a pesar de que sus palabras no tuvieron impacto. El mero intento de alejar a una persona de la Torá categoriza a alguien como mesit.

Muchas personas que dedican sus vidas al kiruv creen erróneamente que sus esfuerzos por otros judíos son importantes sólo si la persona con la que trabajan se vuelve shomer shabat. Con certeza, esto es un gran logro, pero no es lo que le confiere a la persona el elevado y codiciado estatus de mekarev. Si una persona es considerada mesit sólo en virtud de su intento de alejar a alguien del judaísmo, entonces quien intenta acercar a alguien al judaísmo debe ser considerado un mekarev sólo en base a su intención.

Tomar la iniciativa e intentar reconectar a un judío al judaísmo es considerado por Hashem como el bien más grande que hay, y es merecedor de la más grande recompensa. El impacto real que tengamos en el otro judío es secundario.

Quien intenta alejar a un judío busca alejar al mundo de Hashem, creando así un jilul Hashem. Esto se contrapone a quien trata de acercar a un judío a su Padre celestial. El segundo busca aumentar la conciencia de Dios en el mundo, y con sólo hacer un esfuerzo crea kidush Hashem. Si lo consigue, entonces el logro es mucho mayor. Y si esto es cierto para quien llega a un solo judío; ¡cuanto más aplica a quien se esfuerza genuinamente para impactar a todo klal Israel, para llegar a todo el pueblo judío!

Mérito incomparable

El Jovot Halevavot escribe algo increíble:

Las buenas acciones de una persona no la convierten, por sí solas, en merecedora de la recompensa en el mundo venidero. Dios la considera merecedora sólo por dos factores más en adición a sus buenas acciones. El primero es que le enseña a los demás sobre el servicio a Dios y los guía para hacer el bien… El segundo es la bondad y la beneficencia de Dios.

(Sháar HaBitajón, cap. 4)

Una persona puede servir a Dios con todo su corazón y elevarse al nivel de los ángeles, puede ser un ángel en su entendimiento espiritual, en sus tratos comerciales, en sus relaciones con los demás e, igualmente, el Jovot Halevavot declara que no puede entrar al Olam Habá a menos que les enseñe a otras personas sobre Dios.

¿Por qué es así? Porque si no tratas activamente de hacer retornar a los judíos a Dios y a su Torá, no amas realmente ni a Dios ni a sus hijos. Como escribe el Rambam en Séfer HaMitzvot (mandamiento positivo 3), sobre la mitzvá de amar a Hashem:

Nuestros sabios dijeron que esta mitzvá incluye acercar a toda la humanidad al servicio de Dios, exaltado sea, y a creer en Él. Esto es porque, cuando amas a alguien, le prestas tu atención, lo alabas y llamas a los demás a amarlo. De la misma forma, si realmente amas a Dios, mediante tu entendimiento y conciencia de su existencia verdadera, seguramente esparcirás este conocimiento verdadero, que tú sabes, a los negadores y a los tontos.

De manera similar, dice el Sifrí: “Amarás a Hashem”, es decir, harás que sea amado entre las personas, como lo hizo tu padre Abraham, como está escrito: “Las almas que hizo en Jarán” (Bereshit 12:5).

El Sifrí nos quiere decir que Abraham, como resultado de su profundo entendimiento de Dios, desarrolló amor por Dios, como atestigua el versículo: “Abraham, quien me amó” (Yeshayahu 41:8). Este poderoso amor lo incentivó a acercar a toda la humanidad a creer en Dios. De la misma forma, tú debes amar a Dios al punto en que acerques a otras personas a Él.

Las personas comparten naturalmente las cosas que aman. Lo que nos llevará hasta nuestros prójimos judíos es nuestro amor, entusiasmo y aprecio verdaderos por Dios y la sabiduría de su Torá. En la misma medida en que amemos a Hashem y su Torá, estaremos motivados a compartir este amor.

Más aún, el kiruv y el estudio de Torá están íntimamente relacionados. El Talmud (Avodá Zará 9a) enseña que el mundo está destinado a existir durante 6.000 años, que están divididos en tres etapas; 2.000 años de desolación, 2.000 años de Torá y 2.000 años de los días del Mesías. ¿Cuándo comenzó la era de 2.000 años de la Torá? El Talmud calcula que fue cuando Abraham tenía 52 años, cuando junto a su esposa Sará iniciaron el primer movimiento de kiruv y comenzaron a acercarse a las masas para enseñar los valores de la Torá al mundo.

La era de Torá no comenzó con Adam Ha-Rishón, tampoco con Shem y Éver, quienes tenían su propia Ieshivá. Comenzó en el momento en que Abraham se dio cuenta de que la realidad de Dios debía ser compartida con el mundo. Esto es porque el objetivo de la Torá no sólo es el perfeccionamiento personal, sino el perfeccionamiento de todo el mundo. El mesit, al tratar de alejar a los judíos de Hashem, está destruyendo el mundo. Quien trata de traer al pueblo judío de regreso a Hashem, lo está construyendo.



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Deseando temor al Cielo

SEMANA 47



Ekev (Deuteronomio 7:12-11:25)
Deseando temor al Cielo

"Ahora, Israel, ¿qué es lo que Hashem, tu Dios, exige de ti? Sólo que temas a Hashem, tu Dios…” (Devarim 10:12).

El Talmud aprende de este pasuk que todo está en manos del Cielo salvo el temor al Cielo (Brajot 33b). Dado que el temor al Cielo es lo único que está completamente en nuestras manos, es lo único que Hashem puede exigirnos.

Sin embargo, en todo Shabat mevarjim, el Shabat previo al nuevo mes, le pedimos a Hashem que nos de temor al Cielo: “y danos una vida larga… una vida que tenga temor al Cielo y temor a la trasgresión…”. ¿Por qué rezamos por temor al Cielo, si está completamente en nuestras manos y no en las de Hashem?

En realidad, todo es un regalo de Hashem, incluyendo el temor al Cielo: ni siquiera podemos levantar un dedo sin que Dios nos permita hacerlo. Sin embargo, antes de cumplir nuestros pedidos, Hashem evalúa cuál será el impacto de cumplir nuestros deseos. ¿Nos acercará o nos alejará de Él? Si lo que buscamos es realmente bueno para nosotros y consistente con el plan de Hashem, no hay razón para que Hashem no nos lo conceda. Pero si aquello que deseamos nos hará escapar de la realidad y distanciarnos de Él, entonces seguramente se inclinará hacia no dárnoslo.

Incluso los objetivos espirituales requieren de este juicio, porque ellos también pueden alejarnos de Hashem. Por ejemplo, si estudiar mucha Torá hace que una persona se vuelva complaciente o arrogante, entonces el estudio la estará distanciando de Hashem y por lo tanto es malo para ella.

El único deseo que no necesita esta evaluación es irat Shamáim, el temor al Cielo. Por definición, el irat Shamáim nos coloca firmemente en la realidad y nos acerca a Hashem. Una persona no puede estar despierta y dormida al mismo tiempo. De la misma forma, si le tememos a Hashem entonces no podemos estar simultáneamente escapando de la realidad e ignorándolo.

“Todo está en las manos del Cielo salvo el temor al Cielo” significa que sólo el irat Shamáim viene con la garantía inquebrantable de que quien lo quiera lo conseguirá. No hay obstáculos para obtenerlo, está completamente en nuestras manos, porque es el único logro que nunca puede ser contraproducente.

La Torá describe al temor al Cielo como algo pequeño. "Ahora, Israel, ¿qué es lo que Hashem, tu Dios, exige de ti? Sólo que Le Temas a Hashem, tu Dios…”. ¡Sólo eso! Eso es todo lo que Dios quiere de nosotros. Pero conseguir irat Shamáim no es tan fácil. “¿Es acaso algo simple?”, pregunta incrédulamente el Talmud (Brajot 33b).

Es cierto, el irat shamáim no es fácil de conseguir, pero es sumamente asequible. Nada nos impide lograrlo. Lo único que debemos hacer es desearlo de corazón. En este aspecto, temerle a Hashem es algo simple.

¿Por qué temerle a Hashem?

El temor nos da claridad. En el momento en que alguien salta de un avión o se lanza a 150 kilómetros por hora hacia una curva cerrada, no está pensando en la hipoteca o en el grifo que gotea. El peligro que vive le hace olvidar todas las preocupaciones pequeñas y lo despierta a la exquisita belleza y emoción de estar vivo. A través del peligro de muerte aprecia la gran alegría y el sentido que la vida tiene para ofrecer.

El miedo pone claramente frente a nosotros las tremendamente reales consecuencias que están en juego en la vida, imbuyendo cada momento con muchísimo sentido. “Temor al castigo” implica vivir con la claridad de las profundas consecuencias inevitables de una trasgresión. Es comparable al miedo que uno siente al caminar entre dos rascacielos sobre una soga. Cada paso es dado con gran cuidado y temor, porque un mal paso hace la diferencia entre la vida y la muerte.

Irat Shamáim también incluye el temor a perder la recompensa eterna resultante de realizar incluso la mitzvá más simple. El temor a desperdiciar esta invaluable oportunidad es comparable a la desesperación de una persona que busca frenéticamente el boleto de lotería que acaba de botar por accidente.

El último minuto de un juego de basquetbol siempre es el más excitante, porque es el minuto en él que cada segundo cuenta. Todo disparo podría ser el que de la victoria. Vivir con la consciencia de las profundas consecuencias de la vida nos da un acceso directo al placer de vivir una vida significativa.

Señal de alto frente a la transgresión

El temor a Hashem nos protege de transgredir, porque nos hace conscientes de que estamos bajo constante vigilancia, como dice la Mishná: “Mira tres cosas y no caerás en manos del pecado: Hazte consciente de lo que hay sobre ti, un ojo que ve, un oído que escucha y todas tus acciones son escritas en un libro” (Pirkei Avot 2:1).

¿Cómo te sientes al ver en el espejo retrovisor una patrulla de la policía con las luces prendidas? De inmediato comienzas a preocuparte: “¿Qué hice mal? ¿Estoy manejando sobre el límite de velocidad? ¿Hablando por teléfono? ¿Estoy usando el cinturón de seguridad? ¿Pagué el seguro?”. Incluso si la policía sólo pasa a nuestro lado, su presencia nos hace revisar una y otra vez nuestras acciones.

En la primera halajá del Shulján Aruj, el Ramó escribe: “Shivisi Hashem lenegdi tamid, pongo a Hashem siempre delante de mí, este es el principio más importante de la Torá”. Eso es porque vivir con la consciencia de que estamos en la presencia de Dios transforma la manera en que hablamos y actuamos. Si supiéramos que todo pensamiento y acción está siendo filmado por el Creador del universo, y que el video será transmitido por toda la eternidad, no transgrediríamos.

Está viendo

Se cuenta una famosa historia sobre el Jafetz Jaim, que estaba en una ocasión viajando en una carreta cuando de repente el conductor vio un huerto al lado del camino, lleno de fruta madura y tentadora.

─Espere aquí un minuto ─dijo el conductor, saltando del vagón─ voy a buscar algunas frutas. Usted mire y dígame si viene alguien.

El conductor estaba a punto de entrar al huerto, cuando el Jafetz Jaim gritó: ─¡Está viendo! ¡Está viendo!

Aterrado, el conductor volvió al vagón tan rápido como pudo. Sin aliento, miró a su alrededor, temiendo ser identificado por el observador. Pero no había nadie a la vista.

─¡Me mintió! ─le gritó al Jafetz Jaim─ ¡No hay nadie mirando!

─Por supuesto que sí ─contestó─ Hashem siempre está viendo. Ve todo.

Una necesidad absoluta

El mayor enemigo que todos enfrentamos es nuestro propio iétzer hará, que nunca afloja hasta que morimos. El Jovot Halevavot escribe: “[El iétzer hará] espera para tentarte en todo paso. No eres consciente de él, pero él es consciente de ti; tú no lo tienes en cuenta, pero él sí te tiene en cuenta a ti… no te dejará solo hasta haberte destruido… Por lo tanto, no dejes que ninguna otra lucha te distraiga de la lucha con él” (Sháar Ijud Hamaasé, cap. 5).

El iétzer hará está constantemente confundiéndonos y tentándonos a transgredir, y lo que empeora las cosas es que no sabemos que estamos bajo ataque. Puede derrotarnos antes de que siquiera nos demos cuenta que estamos en medio de una lucha. Sin temor a Hashem, no tenemos posibilidades de derrotarlo.

Esta es otra razón por la que el temor a Hashem es tan crucial. Nos pone en alerta máxima y nos despierta a los insidiosos peligros del iétzer hará, permitiéndonos frustrar su ataque y derrotarlo. En el momento en que bajamos la guardia, el iétzer hará se infiltra y está listo para atacar.

Especialmente en el mundo actual, donde nuestras computadoras y teléfonos nos ponen a un clic del arsenal nuclear del iétzer hará, es claro como el agua que vivir con irat shamáim es un tema de vida o muerte. No podemos sobrevivir espiritualmente sin él.

No es lo ideal

Sin embargo, servir a Hashem por temor no es el ideal. La motivación apropiada para servir a Hashem es que hacer Su voluntad es nuestro honor y privilegio, como escribe el Rambam (Hiljot Teshuvá 10:1):

Una persona no debería decir: Cumpliré las mitzvot de la Torá y me ocuparé en su sabiduría para recibir todas las bendiciones contenidas en ella, o para ameritar la vida en el Mundo Venidero. De la misma forma, [tampoco debería decir] me separaré de todos los pecados en contra de los que advierte la Torá, para ser salvado de todas las maldiciones contenidas en la Torá, o para no ser cercenado de la vida en el Mundo Venidero

No es apropiado servirle a Dios de esta manera, porque se considera que quien está motivado por estos factores sirve por temor. No está en el nivel de los profetas ni del sabio.

Servirle a Hashem por temor es inadecuado, porque implica que no entendemos el sentido y el beneficio de actuar en nombre de la voluntad de Hashem. Nos convierte en mercenarios, cuyo enfoque está más en la paga a recibir que en hacer lo correcto.

Sin embargo, el temor es un prerrequisito absoluto para servirle a Hashem por amor, como escribe el Orjot Tzadikim (en Sháar Haahavá): “Es imposible que una persona alcance [amor por Hashem] hasta que su asombro y su temor sean hacia Hashem. Por lo tanto, el temor siempre precede al amor”.

Sin primero temer a Dios, estaremos esclavizados por los deseos de nuestro cuerpo, atrapados en la depravación del iétzer hará. El temor asegura que permanezcamos fuera de las arenas movedizas, y nos libera para que desarrollemos una relación con Hashem que esté construida sobre la base de comprender cuán increíble es Él. Nuestro objetivo es servir a Hashem por amor, pero el punto de comienzo debe ser el temor.

Hashem espera que demos el primer paso. Después de todo, es lo único que está en nuestras manos.



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El poder de la Mezuzá

SEMANA 46





Ekev (Deuteronomio 7:12-11:25)
El poder de la mezuzá

Enseñanzas de vida seleccionadas de la parashá semanal y de las fuentes de nuestros sabios.

Hace algunos años, cuando vivíamos en Israel, le compramos nuestro departamento a un hombre que (a riesgo de quedar muy corto en la descripción) era antirreligioso. Dados sus antecedentes, un comentario que hizo al pasar al cerrar el trato me pareció bastante extraño. Él nos aseguró que todas las mezuzot de la casa eran completamente kasher. Al notar mi sorpresa, nos contó la siguiente historia:

Muchos años antes, su hija nació con un serio defecto cardíaco. Después de que le dijeran en el hospital que su hija no viviría mucho, él vagó confundido por las calles de Jerusalem. Finalmente se topó con un hombre yemenita y le contó todá la historia. El yemenita le aconsejó comprar mezuzot y ponerlas de inmediato en los marcos de las puertas.

Desesperado por cualquier cosa que pudiera ayudar a su hija, él corrió a un barrio religioso, preguntó dónde vivía el escriba más cercano y compró varias mezuzot. Después de poner las mezuzot volvió al hospital, donde lo recibieron con excelentes noticias. Había ocurrido un milagro: ¡el defecto del corazón de su hija había desaparecido!

Cuando terminó de contarnos su historia, el hombre hizo un comentario que jamás olvidaré. "Ya lo ven, las mezuzot son kasher. Si mi hija alguna vez decide volverse religiosa, no puedo interponerme en su camino, porque ella le pertenece a Dios. Pero si mi hijo alguna vez intenta volverse religioso… ¡lo mato!"

El consejo del hombre yemenita de poner mezuzot, concuerda con la tradición judía, por más extraño que parezca. En la parashá de esta semana, el versículo que habla de la mezuzá está yuxtapuesto con un versículo que promete una vida larga para nuestros hijos (ver Deuteronomio 11:20 – 21). Ambos versículos están escritos en el pergamino de la mezuzá, y muchos comentaristas explican que las mezuzot ayudan a proteger la salud de los hijos.

Pero no sólo los niños se benefician de la presencia de la mezuzá. En la parte externa de cada mezuzá está escrito el nombre de Dios: Sha-dai. Entre otras cosas, esta apelación Divina es una abreviatura de las palabras Shomer dlatei Israel, Guardián de las puertas de Israel. La mezuzá, por así decirlo, cuida las puertas del hogar judío.

Otras fuentes consideran que la mezuzá tiene un significado diferente. El Alshij nota que la mezuzá se ubica incluso en los marcos de las habitaciones internas de la casa. A menudo, la forma en que una persona se muestra en público es muy diferente de la manera en que actúa en privado. Entonces la mezuzá nos recuerda la santidad del hogar judío.

Maimónides presenta lo que, quizás, sea el entendimiento más ampliamente aceptado de la mezuzá. Él explica que a menudo, las personas están tan absorbidas por la vorágine de ganarse la vida, que pierden su “conciencia de Dios”. Sin embargo, la mezuzá brinda una solución maravillosa a este problema.

La mezuzá contiene una declaración de nuestro amor por Dios y de nuestro compromiso a observar Sus mitzvot. Al pasar por la puerta y besar la mezuzá, nos enfocamos en las inspiradoras “instrucciones para la vida” que se encuentran en el muro.

Dice Maimónides: la mezuzá es un recordatorio constante de que “nada dura para siempre, nada es eterno más alla del conocimiento de Dios. Al recordarse esta verdad a sí misma, la persona recuperará la consciencia correcta y seguirá el camino adecuado”.



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Aceptando la crítica

SEMANA 42


Matot (Números 30:2-32:42)

Aceptando la crítica


por Rav Yehonatan Gefen
Perspectivas de la Torá prácticas para la vida.

Cuando el Sfat Emet, Rebe de Gur, era niño, estuvo bajo el cuidado de su abuelo, el gran Jidushei Harim, primer Rebe de Gur. En una ocasión, el Sfat Emet se quedó despierto durante casi toda la noche estudiando Torá, hasta que se quedó dormido temprano por la mañana. Se despertó poco después, y descubrió que estaba atrasado para la clase del Jidushei Harim. Cuando el Jidushei Harim vio que su nieto llegó tarde, no sabía que él había pasado despierto la mayoría de la noche estudiando, y lo criticó con dureza, asumiendo que su tardanza era resultado de pereza. En lugar de defenderse, el Sfat Emet escuchó con tranquilidad todo el regaño que recibió. Más tarde, un amigo le preguntó por qué no había respondido a la crítica del Jidushei Harim, para salvarse de la misma (1). El Sfat Emet respondió, diciendo: “¡Hubiera desperdiciado la oportunidad de ser criticado por mi abuelo!”. El basó esta forma de pensar en un incidente de la parashá Matot (2).

Las tribus de Gad y Rubén se acercaron a Moshé, para pedirle que les permitiera permanecer del otro lado del Jordán, donde había suficiente cantidad de tierra para pastorear a sus animales. Moshé les respondió con una fuerte crítica, cuyo punto principal fue que, al no entrar a la tierra de Israel, abandonarían a sus hermanos en la conquista que se avecinaba. En un largo pasaje, Moshé les recordó el fatídico incidente de los espías y sus terribles consecuencias. En respuesta a la crítica de Moshé, dijeron que se unirían al resto de la nación para la conquista de la tierra.

El Sfat Emet señaló que, en realidad, las tribus de Gad y Rubén tuvieron la intención de unirse a la conquista desde el principio, pero Moshé no entendió debido a la forma en que lo pidieron, y por ende los criticó por no estar dispuestos a unirse a sus hermanos para conquistar la tierra. Si es así, ¿por qué no lo interrumpieron apenas comenzó a expresar su opinión en lugar de soportar una crítica tan severa? El Sfat Emet explica que querían escuchar la crítica de un hombre grandioso, por lo que estuvieron felices de escuchar su criticismo, a pesar de haber podido refutarlo de inmediato. De la misma forma, si bien pudo haber interrumpido la crítica de su abuelo justificando la tardanza, prefirió oír la reprimenda de un tzadik ‘hombre recto’ (3).

¿Cuál es la gran ventaja de ser criticado por un hombre grandioso, qué hizo que las tribus de Gad y Rubén toleraran una crítica tan punzante? La Guemará en Taanit nos dice que las bendiciones con las que el profeta Ajia Hashiloni maldijo al pueblo judío son más grandiosas que las bendiciones con las que Bilam lo bendijo (4). La Guemará basa esta idea en un versículo de Proverbios: “Los golpes de un ser querido son confiables, y los besos de un enemigo son nocivos” (5). Los comentaristas explican que estos “golpes” otorgados por un ser querido se refieren a las palabras de crítica. La crítica de alguien a quien realmente le importa su compañero es muy beneficiosa, porque su objetivo es ayudarlo a crecer. Esta crítica es una gran bondad, porque ayuda a la persona a mejorar su situación espiritual. Cuando las tribus de Gad y Rubén escucharon a Moshé criticarlos, sabían que lo hacía con las más puras intenciones y que sólo buscaba el bien de ellos. Entonces, si bien pudieron haberse defendido, prefirieron escuchar estas palabras y tratar de crecer a partir de ellas.

Hasta ahora, vimos cómo la crítica de un tzadik tiene gran valor. Sin embargo, pareciera que hasta la crítica de una persona no tan recta puede traer un beneficio considerable. Más aún, hasta la crítica dada de mala manera puede, igualmente, ayudar a alguien significativamente. El Séfer Hajinuj escribe que la prohibición de vengarse está basada en la idea de que todo lo que le ocurre a una persona viene de Dios. Incluso si alguien actuó hacia una persona de manera negativa, guardar rencor o vengarse no tiene sentido, porque lo que le ocurrió no hubiera sido posible si Dios no lo hubiese permitido (6). Así, cuando una persona recibe una crítica que, según su percepción, es realizada de manera dolorosa, es altamente recomendable que ignore los defectos del criticador y se enfoque en lo que le dicen, aceptándola. A menudo, la crítica tiene algo de verdad, lo que prueba que fue enviada por Dios para comunicarle que debería esforzarse para cambiar.

El Rey Salomón expresa una idea similar en Proverbios: “Escucha consejo y acepta crítica para que te vuelvas sabio al final” (7). Es interesante notar que, con respecto al consejo, se nos dice que ‘escuchemos’, mientras que, respecto a la crítica, se nos dice que debemos ‘aceptarla’. Escuchar implica contemplación y análisis (8); cuando una persona recibe un consejo debería analizarlo antes de seguirlo. En contraste, cuando una persona es criticada, debería aceptar sin analizar la validez de la crítica; debería considerarla un mensaje divino para mejorar, y actuar acordemente.

Rav Moshé Feinstein sobresalió en esta reacción hacia la crítica incorrecta. En una ocasión, respondió el teléfono y sólo recibió un ataque de críticas de alguien que estaba enfurecido con una de sus legislaciones. Escuchó pacientemente la diatriba hasta su final y ni siquiera trató de defenderse. Un estudiante, sorprendido, le preguntó por qué no respondía ante una crítica tan inapropiada, y él respondió que era tan raro para él recibir una crítica, que estaba agradecido por la oportunidad de escuchar palabras tan fuertes y que, si bien la crítica era infundada, debía haber otra área en donde podía mejorarse a sí mismo, y que debería utilizar la crítica para mejorar en ella (9).

En otra ocasión, Rav Feinstein fue criticado por una supuesta transgresión. Respondió la crítica con una legislación que se encuentra en Igrot Moshé (10). Comienza diciendo: me hizo muy feliz que usted fuera tan celoso en el cumplimiento de la mitzvá de criticar de acuerdo a este entendimiento, y, Dios no lo quiera, que yo esté enojado por eso… bli néder, ya no viajaré en auto durante el tiempo de encendido de velas (11), a pesar de que no hay ninguna prohibición al respecto, ni siquiera maarit ain (12). Después de refutar por completo los argumentos del criticador, termina diciendo: “de su querido que lo bendice con el mérito de la mitzvá de criticar que realizó en nombre de Dios y en nombre del Sagrado Shabat…”

Es entendible que la mayoría de las personas no estén en el nivel de Rav Feinstein y que no disfruten ser criticadas; es incómodo que te digan que tienes un defecto en tu carácter o que actuaste de manera incorrecta. Sin embargo, si una persona puede trascender los sentimientos de dolor que experimenta e intentar aprender de la crítica, entonces puede transformar la crítica en una excelente herramienta para crecer y puede utilizarla para ser un mejor sirviente de Dios.



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Shimón y Leví

SEMANA 41



Pinjas (Números 25:10-30:1)

Shimón y Leví

por Rav Yehonatan Gefen

Perspectivas de la Torá prácticas para la vida.

La parashá de esta semana comienza con Dios recompensando en gran medida a Pinjas por su acto de fervor al matar a Zimrí y a Cozbi, quienes estaban cometiendo un grave pecado. Pinjas era de la tribu de Leví, mientras que Zimrí era de la tribu de Shimón. Esta no es la primera vez en la Torá en que estas tribus se asocian una con la otra; Rav Yaakov Kamenetzky nos provee un esclarecedor relato sobre la historia de estas dos tribus y sobre cómo se desarrollaron de forma tan diferente una de la otra (1).

En parashat Vaishlaj la Torá nos cuenta cómo Shejem secuestró a Diná. Todos los hermanos conspiraron para recuperarla; su plan era persuadir al pueblo de Shejem para que se circuncidaran y entonces irían y recuperarían a Diná mientras ellos se sanaban. Sin embargo, Shimón y Leví planearon un curso de acción más drástico: consideraron que todo el pueblo de Shejem era culpable por su rol en el secuestro de Diná y por lo tanto asesinaron a toda la ciudad en el proceso de salvarla. Yaakov estuvo en desacuerdo con lo que hicieron, temiendo que la acción de Shimón y Leví podría dañar la reputación de su familia. Shimón y Leví defendieron sus acciones, diciendo: “¿Debería nuestra hermana ser tratada como una prostituta?”.

Pasaron muchos años hasta que Yaakov les dio su reprimenda final a los dos hermanos. En parashat Vaiejí —en las bendiciones a sus hijos—, criticó a Shimón y a Leví por su impulsividad. Es más, los castigó diciendo: “Los separaré en Yaakov y los dispersaré dentro de Israel” (2). El entendimiento superficial de este castigo es que su propósito era separar a los dos hermanos para evitar otra escalada de violencia. Sin embargo, Rav Kamenetzky advierte que Rashi da una explicación diferente: Shimón y Leví serán sofrim (gente que escribe rollos de Torá, tefilín y mezuzot) y maestros de Torá de niños, que viajarán de ciudad en ciudad para reparar los ítems sagrados y enseñarle Torá al pueblo judío (3).

¿Por qué el futuro de la educación del pueblo judío fue puesto deliberadamente en manos de Shimón y Leví? ¿Cuál es la medida por medida aquí?

Rav Kamenetzky responde que Yaakov vio que Shimón y Leví poseían un rasgo de carácter positivo que los otros hermanos carecían. Reconoció su motivación para destruir a Shejem: ellos habían estado dispuestos a arriesgar sus vidas para defender el honor de su hermana. Los otros hermanos también vieron la terrible situación en la que estaba Diná, pero sólo Shimón y Leví sintieron el dolor como si fuera propio. Rav Kamenetzky escribe: “Yaakov vio que sus acciones emanaron de un dolor interno y de una empatía genuina con el dolor del otro, y fue eso lo que los llevó a un fervor sin límites… Sólo hombres con ese carácter, que sienten el dolor de su compañero como si fuera propio, sólo ellos pueden mostrar suficiente auto sacrificio y renunciar a sus recursos físicos para viajar de ciudad en ciudad esparciendo la Torá de Dios por el mundo y enseñándoles a los niños de Israel”.

A pesar de que Shimón y Leví aplicaron de mala forma su fervor en el incidente de Shejem, Yaakov vio en ese rasgo un potencial que podía ser utilizado con un objetivo muy positivo: esparcir la Torá en el pueblo judío.

Sin embargo, en la parashá de esta semana vemos cómo los descendientes de estos dos hijos de Yaakov siguieron caminos muy diferentes: Pinjas, un miembro de la tribu de Leví, logró canalizar su fervor para hacer la voluntad de Dios (su acto de violencia puso fin a la plaga que mató a miles de personas). Dios lo recompensó de gran manera para demostrar que Pinjas había actuado de esa manera sólo en honor al Cielo. Pero por otro lado, Zimrí, quien era un príncipe de la tribu de Shimón, expresó el fervor de su ancestro de manera prohibida, traspasando los límites de lo que permite la Torá.

¿Cómo fue que estas dos tribus se desviaron tanto la una de la otra? Rav Kamenetzky explica que, mientras que la mayoría de Klal Israel fueron esclavos en Egipto, la tribu de Leví tuvo libertad para estudiar Torá. Y fue precisamente ese período de internalización de los valores de la Torá el que les permitió a los levitas canalizar su fervor de forma adecuada. En contraste, los miembros de la tribu de Shimón nunca tuvieron la oportunidad de estudiar Torá de esa forma, lo cual generó que su fervor no tuviera guía y que se expresara por lo tanto de maneras prohibidas.

Una lección vital que podemos aprender de la explicación de Rav Kamenetzky es la forma en que debería manifestarse el fervor. El verdadero fervor debería generar en la persona un gran sentimiento de dolor cuando la gente actúa de manera detestable. El Alter de Kelem zt”l, un gran sabio de Torá, expresó este sentimiento durante toda su vida: En una ocasión, él y otro rabino vieron a un judío tomando heno de la carreta de un gentil. Después de eso, el Alter estaba triste y durante todo el día tuvo cara larga. Esa noche, el otro rabino le preguntó cuál era el problema. El Alter pareció sorprendido por la pregunta: “¿Cómo puede una persona estar tranquila cuando ve tanto pecado en el mundo?”(4).

Además de sentir dolor por determinado comportamiento, la persona debería motivarse a sí misma a intentar rectificar el problema en la medida de lo posible. A los grandes líderes del pueblo judío no les basta con expresar dolor por las áreas imperfectas, sino que hacen todo lo posible para mejorar la situación.

Que todos ameritemos aprender de nuestros grandes líderes y que podamos ayudar a resolver los numerosos problemas que enfrenta el pueblo judío en esta época, ya sea la asimilación en masa, la pobreza o la amenaza en contra del Estado de Israel.


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La dignidad humana

SEMANA 40


Balak (Números 22:2-25:9)

La dignidad humana


por Rav Yehuda Appel.

En un estudio que analizó la forma en que los padres interactúan con sus hijos se descubrió que por cada comentario positivo que un padre le hace a un niño, hay un promedio de 19 comentarios negativos. Por supuesto, todo maestro o gerente te dirá que las personas son mucho más productivas en un entorno positivo que en uno negativo. Sin embargo, de alguna manera este conocimiento se pierde en el viaje de regreso del trabajo a casa.

Un amigo me dijo que su hijo de 10 años se estaba portando muy mal. Después de una dolorosa introspección, mi amigo se dio cuenta de que lo regañaba constantemente. Entonces decidió cambiar la táctica: comenzó a enfocarse en elogiar a su hijo y a referirse a él como mi pequeño tzadik.

¿El resultado? De la noche a la mañana, el niño se pasó a ser una persona completamente diferente. Con su nuevo título de tzadik, asumió felizmente el rol.

Este enfoque fue fundamental para los métodos de desarrollo moral (musar) de la famosa ieshivá europea Slobodka. En lugar de enfocarse en lo que los estudiantes eran, los rabinos se enfocaban en lo que podían llegar a ser. El resultado fue que de la sala de estudios de Slobodka surgieron las más grandes luminarias de Torá.

Este concepto queda ilustrado en la parashá de esta semana. Balak, el rey moabita, temió que los israelitas lo atacaran y convocó a un espiritista no judío llamado Bilam para que maldijera al pueblo judío.

La Torá relata cómo Bilam ensilló su mula y partió para maldecir a los judíos.

En el camino, un ángel le bloqueó el paso. En un principio sólo la mula (y no Bilam) vio al ángel.

Luego, cuando Bilam advirtió la presencia del ángel, reconoció la humillante realidad de que una mula tuviera mayor percepción espiritual que él.

Pero debemos volver a una pregunta más básica. ¿Por qué la estrategia militar de Bilam fue maldecir en lugar de usar arcos y flechas? Porque Bilam pensó que dado que el poder del pueblo judío radica en su boca (a través del estudio de Torá, por ejemplo), la mejor forma de contrarrestar ese poder era con la boca, ¡con una maldición!

Los comentaristas discuten respecto a cuál era la verdadera naturaleza de Bilam. De acuerdo con algunos, era un profeta. Otros opinan que era un charlatán. Algunos dicen que era un astrólogo, otros que era un mentiroso. En cualquier caso, una cosa es clara: era un hombre muy malvado. Por un pago suficientemente grande estaba dispuesto a maldecir a un pueblo entero.

Al final de este episodio, Dios mata a la mula. Esto no se entiende. ¿No hubiera sido mejor que Dios conservara a la mula como un recordatorio de ese increíble incidente?

Rav Jaim Shmuelévitz ztz"l, director de la ieshivá Mir, explicó que Dios consideró el honor de Bilam. Hubiera sido muy vergonzoso para Bilam tener un recordatorio constante de su caída. Para preservar el honor de Bilam, la mula debía morir.

Es asombroso que Dios fuera tan lejos para preservar el honor de un personaje malvado. Sin embargo, Él quiso transmitirnos una valiosa enseñanza: si debimos ser considerados con la dignidad de Bilam, cuánto más sensibles debemos ser con nuestros amigos y vecinos. Rav Shmuelévitz agrega que no debemos olvidar tampoco el honor de nuestra elevada esencia interna.

¡Que la enseñanza de nuestra parashá nos inspire a actuar de forma realmente elevada, digna y humana!



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¿Dar o no dar?

SEMANA 39


Jukat (Números 19:1-22:1)

¿Dar o no dar?


por Rav Yehuda Appel.

Uno de los dilemas más difíciles que enfrentan los seres humanos es sopesar las necesidades propias frente a las ajenas. Esta situación se presenta en muchos escenarios. Por ejemplo: ¿Cuánto debemos dar para caridad? ¿Podemos ir a menudo a comer en restaurantes si por ello se verá disminuida nuestra capacidad para ayudar a los menos afortunados? Cuando una persona que vive en la calle nos pide dinero, ¿debemos darle? ¿Acaso los Estados Unidos, donde la mayoría de sus ciudadanos se benefició de una política de migración relativamente liberal, deben restringir ahora la inmigración?

¿En dónde trazamos la línea entre los intereses personales legítimos y nuestra preocupación por los demás?

Jukat, la parashá de esta semana, describe uno de estos dilemas. El pueblo judío, después de mucho vagar por el desierto, finalmente está a punto de entrar a la Tierra de Israel. Como necesitan atravesar el territorio edomita, Moshé envía emisarios para preguntarles si los israelitas pueden atravesar su tierra. Edom es plenamente consciente de las dificultades que los israelitas sufrieron (el ataque de Amalek, el fiasco de los espías, la rebelión de Kóraj). De todas maneras, los edomitas rechazan el pedido de Moshé e incluso amenazan atacarlos si intentan ingresar a su territorio.

Moshé es persistente y envía otro mensaje. Les asegura a los edomitas que cuando el pueblo judío atraviese su tierra, permanecerá "en un camino aislado de todo centro habitado" (como explica Najmánides). Más aún, los israelitas prometen pagar todo alimento o agua que consuman. A pesar de eso, los edomitas vuelven a negarles el ingreso.

Por un lado, la obstinación de los edomitas no era completamente irracional. Permitir que una masa de tres millones de personas atraviese tu territorio es arriesgado, incluso si permanecen fuera de las áreas pobladas. Más aún, como explica el Abarbanel, si los edomitas hubieran asistido a los israelitas de alguna forma, eso hubiese disgustado a los canaanitas, ya que los judíos iban camino a atacarlos.

Entonces, ¿por qué la tradición judía considera que la respuesta edomita es cruel? A tal grado que la Torá prohíbe aceptar a un edomita que quiera convertirse al judaísmo.

Una explicación posible se basa en un versículo de Deuteronomio que se refiere a los edomitas como hermanos. Los edomitas no son extraños para los israelitas, porque ambas naciones descienden de Itzjak. Por ser familia, deberían haber actuado de otra forma.

Otra explicación se enfoca más en la falta de compasión de los edomitas. En lugar de expresar pena y explicarles a los judíos que no podían asumir riesgos geopolíticos, los edomitas simplemente los amenazaron de muerte si llegaban a cruzar la frontera. ¿No podían en cambio haberse acercado con alguna expresión de bondad y ofrecerles alimento o bebida?

¿Cuál es la lección para nosotros? Cuando preocupaciones legítimas no nos permiten ayudar a los demás como nos gustaría, al menos debemos buscar una forma alternativa para expresar nuestra preocupación. No ofrecer ninguna clase de bondad es repetir las duras y egoístas acciones de Edom.



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